«El Molino»

Daimiel. Castilla La Mancha. Segunda mitad del siglo XX. 

Aquellos años de escasez. Años en los que se aprendió a no necesitar nada porque nada se tenía. 

A vivir sin expectativas porque lo que importaba era el hoy. Lo que importaba y preocupaba era luchar día a día para sacar a tus ocho hijos adelante. Cualquier esfuerzo era poco. No había tiempo que perder ni ganas que desperdiciar. 

Bien sabía de eso Román Susmozas, «El Pica». 

Sus manos, sus brazos, su piel salpicada por las piedras del Molino de Griñón, en el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, atestiguaban resquicios de esas batallas. Piedra a piedra, grano a grano.


Los vericuetos de la vida en general y los avances de la industria en particular provocaban un éxodo forzoso que, si bien Román no entendía, acataba con entereza y responsabilidad. 

De la meseta manchega a la costa murciana. De su mundo, sus raíces y su casa, a una nueva vida de posibilidades que se abría ante sus ojos frente al Mar Mediterráneo.

Allí, en esa nueva vida, le esperaban sus nueras, sus yernos, sus nietos y la esperanza de construir junto a ellos un futuro. 

Su nuevo futuro. La vida.

Román Susmozas, «El Pica», mi abuelo.

* Dos puntos *

«Sedúceme con tus comas, con tus caricias espaciadas, tu aliento respirable y tus atrevimientos continuos.

Colócame el punto y coma para cambiar las caricias por largos besos y frases susurradas boca a boca.

Haz un punto y seguido para desatarte de mí y contemplar mi desnudez sobre tu cama, ahora interrumpe con guiones para soltar un halago sobre mi cuerpo y su huella en el tuyo ―recorrer con la mirada el talle y el hundimiento en la cintura, el ascenso en la cadera, la larga prolongación de las piernas rematadas por un pie que no resistes besar―.

Embísteme sin mi rechazo y tortúrame con la altivez de tu deseo arrastrándome muy lejos (al borde del abismo entre paréntesis y sin comas por favor), ahora desenvaina tus puntos suspensivos… ―maldito trío de puntos― ese espacio sin nombre no se alcanza.

Un punto y aparte para calmar el temblor de mi cuerpo y sonreírte al tiempo que me das de beber del vino espumoso en una copa.

Borro mis interrogaciones.

Toda una antesala para retomar tus comas y regalarme la humedad de tu boca y la suavidad de tu respiración en mis orejas, cuello, nuca, hombros; atacar con puntos y comas nuevamente para buscar con tu dedo un clítoris congestionado, pasar tu lengua entre esos labios escondidos y saborear mis secreciones ―robármelas entre guiones― y atizar de nuevo en mi centro ardiente ocupándolo, sosteniendo el ascenso ¡inminente! con signos de exclamación, la eyaculación inevitable… hasta acabar con los puntos suspensivos y vaciarte todo en mí y desplomarte extenuado, aliviado y amoroso en mi cuerpo complacido.

De nuevo un punto y aparte para dormir sobre mi pecho y poner punto final al entrecomillado «acto» que en este caso es un hecho amoroso sin ningún viso de actuación.

Si estoy equivocada, felicito tu dominio de la puntuación.

Punto final.»

(Autora: Mónica Lavín)

Amantes

«Si el amor, como todo, es cuestión de palabras, acercarme a tu cuerpo fue crear un idioma» (Luis García Montero)

 

Leo, leo… ¿qué lees? (XIII)

“Nadie sale indemne de un libro, para bien o para mal. Siempre esperando encontrar esa historia única que detiene el tiempo y que uno cree que han escrito sólo para él.

Lo saben aquellos que han viajado en el Pequot, se han enamorado de Ana Ozores o han descubierto lo que se esconde en la mirada de Giovanni Drogo.

Así pues, reivindiquemos la lectura por lo que tiene de camino, de descubrimiento, de tránsito a lo desconocido.

Jurémosle amor eterno, hagamos de ella un punto de encuentro para que todas las semanas en los instantes en que todo parece ponerse en contra, haga que nos sintamos más vivos.

Que así sea, por los libros de los libros.”

(Epílogo de ««, en La 2 de Televisión Española. Programa nº300, 19/09/15)

En la entrada anterior dije que, a partir de hoy, iba a tener tal lío de horarios que apenas iba a poder pasarme por aquí pero, como experta en decirme y contradecirme y haciendo uso de eso de «donde dije digo, digo Diego», vuelvo a dejarme caer por aquí para comentar unos librillos, nada, «minucias», poca cosa sin importancia (nótese la ironía…). Que hoy esté de nuevo aquí no es sólo culpa mía, el programa «Página Dos» de Televisión Española y su programa 300 tienen algo que ver: lo he visto en su web, ya que el día de emisión me fue imposible, y me ha despertado el gusanillo. Poco se habla de los pocos, poquísimos programas de calidad que hay en nuestra «caja tonta», y éste es uno de ellos. Magnífico.

«After Dark» (Haruki Murakami)After Dark_Haruki Murakami

Querido Haruki,

Te lo diré parafraseando a Fangoria: «No, no sé qué me das, que me hace volar…». No sé qué te fumas mientras escribes, pero yo quiero un poco de eso. No se te entiende un pimiento, divagas en tus relatos como si lo fueran a prohibir, los finales de tus libros te dejan como la vaca aquella parada frente a las vías esperando a que termine de pasar el tren, los personajes de tus libros son unos tristes desgraciados de la vida a los que les jode hasta respirar, follan por y con desidia y viven porque no hay más remedio que hacerlo, pero te leo y te vuelvo a leer y no me canso. La intensidad de toda tu obra es proporcional a lo bonito y cierto de muchas de las cosas que nos cuentas. Eres un intenso sentimentaloide. Para que me entiendas, para mí eres lo que Woody Allen al cine y los Vetusta Morla a la música. Y estás de moda, que lo sepas. El «universo Murakami» está on fire. Mi enhorabuena, de veras. «Ahora, a la vejez viruelas», me dirás tú, y razón no te falta. Pero es que «el fútbol es así», que se dice en España…

Yo, personalmente, te sigo desde hace bien poquito y me has cautivado. No te leo por postureo, quien me conoce sabe que leo por placer, por gusto y porque me apetece, no porque venga alguien y/o una red social cualquier a recomendarme, de forma abrumadora, tal o cual libro. Pese a no entenderte a veces, me pareces interesante y me gusta lo que leo.

Una cosa está clara: no te recomendaría a todo el mundo. No todo el mundo gusta de este tipo de literatura, no todo el mundo es capaz de apreciar en tus letras «eso» diferente que te caracteriza, no todo el mundo sabe o es capaz de leerte entre líneas. No pasas desapercibido, ni para bien ni para mal, y eso es maravilloso.

Gracias, Haruki.

Y hablando de este libro…¡a leérselo se ha dicho! Espero que se comprenda que, después de lo que escribo arriba, no hable extensamente de él. No porque no quiera sino porque ni yo sé de qué va realmente, el muy jodido…

Por cierto, Haruki, mira qué esquinica te tienen guardada en la librería La Central, en Callao (Madrid):

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«Crímenes que no olvidaré» (Alicia Giménez Bartlett)crimenes_que_no_olvidare_de_alicia_gimenez_bartlett

Poco se puede desgranar de este libro. Es una novela policíaca amena, fácil de leer y divertida para quien disfrute de la novela policíaca.

Son nueve relatos, nueve casos de a pie (gimnasios, un burdel, Navidad, la inmigración de Europa del Este, el carnaval, un colegio de curas…) que la inspectora Petra Delicado y Garzón, su ayudante, deberán resolver en Barcelona. Más que acción, intriga, suspense y tramas complicadas, este libro se centra en el lado humano de los personajes, en la empatía, astucia y el sentido del humor de éstos y, sobre todo, de la inspectora y que ésta deberá utilizar para resolver los casos. Todo ello acompañado de cerveza, mucha cerveza…

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«Los libros son el entretenimiento perfecto: no hay publicidad, no hay baterías, horas de disfrute por cada dólar gastado. Lo que me pregunto es por qué no todo el mundo lleva un libro en torno a esos puntos muertos inevitables en la vida.» (Stephen King)

Leo, leo… ¿qué lees? (XII)

«Uno escribe porque sabe que alguien podrá leer lo escrito. Sin remitente fijo o con dirección intencionada, uno escribe para reflejarse en la página y abrir la posibilidad de que ese reflejo sea espejo de otro. Al escribir, la callada ceremonia de ir juntando palabras sólo es escuchada por la propia pluma. Pero al leer, se recrean los sonidos y uno percibe la voz del escritor, porque escuchamos nuestra propia voz: el círculo se completa».

(‘Escribo a ciegas’, Jorge F. Hernández)

Con esa ansia con la que fuma una puta esquinera, así me he pasado el verano. Pero ansia por leer, que no cunda el pánico. Entre libros, playa, chiringuito, buena compañía y algún viaje por ahí, se ha pasado la canícula estival de este 2015. Y ya estamos en septiembre y ya, hoy, se acaba el tiempo libre. A partir de mañana vuelvo a currar y estudiar de lunes a lunes, con lo que mi ritmo de voraz lectora va a bajar considerablemente (¿o no?). Por ello, me paso por las Susmozadas, ya no sé hasta cuándo, para comentar alguno de los muchos libros que tengo leídos esperando para pasar por aquí.

«El café de los corazones rotos» (Penelope Stokes)

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Como lectura para leer, culturizarte y mejorar tu hábito de lectura está bien. Como libro que pase a los anales de la historia de la literatura, pues no tanto. Es entretenido, sin más. Uno de tantos. Hay quien dirá que «es muy bonico», «es tierno», «es sentimental», «es divertido»  y bla, bla, bla. Y sí: es tierno, es sentimental…es moñas. Que me perdonen los incondicionales de esta escritora pero, para mí, no es más que una historia bastante plana con final feliz. Y, en mi caso, un libro que no haga que se me estruje el cerebro, no es un buen libro. Perdón por ser tan radical, pero es así. Un libro que no me haga pensar, que no despierte en mí sentimientos positivos y/o negativos y que no me deje dándole vueltas a la cabeza una vez terminado o que, incluso, tiempo después me siga acordando de él y de lo que me contó en su día, no es un buen libro. Como interludio entre dos lecturas de peso y con enjundia, está más que aceptable. No sé, se conoce que a mi me va el rock’n’roll y las emociones fuertes, incluso en la lectura. A ver, si me quisiera aburrir, me pondría la televisión; si me pongo a leer es para entretenerme, evadirme y disfrutar. Y con según qué libros me divierto y con otros, pues no.

Este libro cuenta la historia de Dell Haley, cuyo marido aparece muerto de la noche a la mañana, y que debe afrontar su nueva situación poniéndose a trabajar. Gracias a su buen hacer entre los fogones, abre un pequeño restaurante que se convierte en el epicentro del pueblo de Dell y donde tiene lugar casi el 100% del grueso del libro. Habla mucho de los sentimientos y de cómo se sienten los personajes. Puede llegar a ser hasta creíble, pero no sé, hubo partes con las que hasta me aburrí.

Sí recalcar algo: el primer párrafo del epílogo. Es de lo más bonito y cierto que he leído en mucho tiempo. Y es verdad, hay que amar como si lo fueran a prohibir.  el café de los corazones rotos

¿Veis como es un libro tremendamente moñas?

Leedlo si queréis y necesitáis pasar un buen rato, de verdad.

«La llamada del Kill Club» (Gillian Flynn)

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Te quiero, Gillian Flynn. Aquí una ferviente y devota admiradora de tus novelas, te da las gracias por lo que sale de tu pluma.

Ya con «Perdida» me pareció leer algo maravilloso y conocí a una escritora estupenda y con este libro lo confirmo. Si alguien me preguntase «Y a ti, ¿qué género te gusta leer?», lo remitiría a las novelas de Gillian Flynn. Se está convirtiendo, junto con Víctor del Árbol a nivel patrio, en mis dos escritores de cabecera. No me olvido de Giorgio Faletti que figura en mi «Top Three» pero, lamentablemente, falleció el año pasado y no voy a poder disfrutar de algo nuevo escrito por él.

Esta escritora mezcla la novela negra, el thriller psicológico y altas dosis de drama cotidiano, que te hace pensar. Pensar…¡qué maravilla!

No sé a qué se debe ni por qué, y es algo que me cuestiono en muchas ocasiones, pero aquellas historias personales con tintes dramáticos y halos de tristeza, parece que gustan. Lo mustio y la desdicha ajena, nos pone. ¿Nos gusta/reconforta comprobar que siempre hay alguien que está peor que nosotros mismos? ¿Somos egoístas por ello? Abro debate…

«La Llamada del Kill Club» abre con esto:la llamada del kill club_gillian flynn

Yo leo algo así nada más empezar y ya me engancho y no paro hasta el final. Ni preliminares ni leches, ¡a saco Paco!

Libby Day es una chica joven, huraña, solitaria, tosca y huérfana de madre, que pierde a ésta y a dos de sus hermanas cuando era una niña. Su hermano es acusado de estos asesinatos y, veintitantos años después, aún sigue en la cárcel. El padre de Libby aparece también en escena pero no seré yo quien diga a santo de qué aparece ni por qué, ni para qué. ¡Leéroslo!

El Kill Club es una asociación obsesionada en crímenes que han salido a la luz pública y que contacta con Libby para que retome el caso e investigue quien fue el verdadero culpable de la muerte de su madre y hermanas. Ésta vuelve a revivir aquel hecho, no sin dolor, y contacta con quienes tuvo relación durante aquellos años, lo que le hace despertar sus fantasmas del pasado y sus angustias. Este «mal trago» se hace más llevadero gracias a cuantiosas cantidades de dinero que recibe por parte del Kill Club a lo largo de sus investigaciones. Se alternan capítulos del presente de Libby con capítulos del pasado contados por ella y por varios miembros de su familia.

Una buenísima noticia: al igual que con «Perdida», «La Llamada del Kill Club» también ha sido llevada al cine. El trailer en inglés es éste. Y Charlize Theron como protagonista. Si tengo más ganas de que la estrenen en España, reviento.

Y para terminar, un briconsejo lector: id a la librería La Central. Este verano estuve en la que está en Callao (Madrid) y disfruté como una niña con zapatos nuevos. No la conocía y lo pasé en grande. Si algún día tuviera que abrir una librería, sin dudarlo, sería una como La Central. Me encantó el ambiente, la distribución, el sonido de fondo al chocar los vasos, platos y tazas de la cafetería («El Bistró») que se encuentra en su planta baja y el trato del personal que allí se encontraba. Tiene ese «algo» personal e íntimo que no tienen La Casa del Libro (la tienda de Gran Vía es una macro librería de 4 plantas, ¡ojo ahí! También flipé, todo sea dicho) ni Fnac.

La Central de Callao, aviso, ¡¡volveré!!

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Una de las salas de la librería La Central, en Callao (Madrid)

«Nunca escribo mi nombre en los libros que compro hasta después de haberlos leído, porque sólo entonces puedo llamarlos míos» (Carlo Dossi)

Leo, leo… ¿qué lees? (XI)

«En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro, de manera que vino a perder el juicio.»

(Don Quijote de la Mancha)

«La chica que llevaba una pistola en el tanga» (Nacho Cavana)

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Llevaba detrás de esta novela meses, muchos meses y, como todo lo bueno, se hizo esperar…pero mereció la pena.

Mezclas tráfico de mujeres, sicarios, México, tiroteos, muertes, Europa del este, amenazas, venganzas, le añades tintes de sordidez, humor negro y un puñado de vidas desmadejadas y tienes esta novela.

Fantástica ambientación, México y Europa del este, roles muy bien definidos y creíbles y muy bien documentada y fácil lectura. A resaltar el cambio que experimenta el autor en su redacción cuando la novela se desarrolla en un lugar u otro: cuando nos encontramos en México utiliza expresiones y formas de hablar típicas de allí, y cambia cuando la historia se traslada a Europa. Está tan bien hilvanada que no notas que te cambia de escenario de un capítulo a otro, está todo perfectamente claro.

Se sufre y se empatiza con los personajes y con lo que les ocurre; sientes su angustia, su pena y su ira.

Atencióna al título del libro y al desenlace de la historia. Curioso.

«Novecento. La leyenda del pianista en el océano» (Alessandro Baricco)

Novecento. La leyenda del pianista en el océano

En una novela teatral, escrita en formato narrativo que nos cuenta en tercera persona la vida de Novecento, un niño que nace y desarrolla toda su vida en un barco, el ‘Virginian’, que traslada emigrantes de Europa a América a principios del siglo XX y del que nunca se ha bajado. Este niño es abandonado en el barco, nadie conoce de dónde viene ni siquiera su nombre y sus apellidos. Motivo este por el cual, no baja a tierra firme. Esto, en un principio, le supone un inconveniente en su vida diaria, pero que se convertirá en la razón de ser de Novecento. Éste aprende a tocar el piano y se convierte en un virtuoso de este instrumento, codeándose con lo mejor del gremio. Un día decide que ha llegado la hora de bajar del barco y seguir con su vida en tierra, pero en el último momento cambia la historia.

Confieso que, pese a no haber leído nada más que este libro, no me ha parecido nada despreciable y que le pueda hacer de menos al resto de bibliografía de este autor. Es cortita, amena y de fácil lectura.

La película versionando el libro cuenta entre sus títulos de crédito con Guiseppe Tornatore y Ennio Morricone, director y compositor respectivamente de la archiconocida película «Cinema Paradiso». Canela en rama.

Trilogía «Mi elección» (Elísabet Benavent)

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Después de «En los zapatos de Valeria» y «Persiguiendo a Silvia» (más floja, a mi parecer, que la cuatrilogía anterior, que es sublime), pensaba que ya había tocado techo, pero no. Esta autora va y escribe esta trilogía disparatada, con mucho humor y cargada de sexualidad explícita hasta los topes pero que, al mismo tiempo, te hace pensar. No es nada irreal, nada fantasioso que suene a película/libro insulso y vacío y escrito mal y pronto. En absoluto. Aquí a las cosas las llama por su nombre y te mete de lleno en la historia, ¡vaya que si te mete!.

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Los pornoositos de Elísabet

No voy a contar de qué va. Si te has leído sus libros anteriores a esta trilogía, si observas las portadas de «Mi Elección» y te quedas con esto: «En ocasiones, tres son multitud…o no.», no hace falta que te diga nada más. Bueno, sí: leételos, no sé a qué esperas…

 

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«La lectura hace al hombre completo; la conversación lo hace ágil; el escribir lo hace preciso» (Francis Bacon)

Leo, leo… ¿qué lees? (X)

«Luchar enseñando el dedo corazón a todos aquellos que no saben amar.

Escribir como quien sabe que jamás tendrá la última palabra pero sí la única.»

(Del libro «Baluarte», de Elvira Sastre)

Y esta introducción de Elvira Sastre es un «¿ha quedado lo suficientemente claro? ¿eh?», de manual. Porque ya no doy más explicaciones de nada, ni a nadie que no las merezca. Porque cada cual hace de su capa un sayo, y yo no iba a ser menos. Porque todo depende del color del cristal a través del que se mira, y hay quien mira a través de un cristal de un color de dudosa procedencia. Y porque «Dios, líbrame de las aguas mansas, que de las bravas ya me libro yo».

Y dicho esto y cosas como esta que no vienen la caso pero yo las suelto aparte, continúo con la décima entradica de mis opiniones sobre libros que he leído. Ya voy por la décima, cuando llegue a la 20ª hago una fiesta y os invito a unos reparos y unas láguenas típicos de mi tierra. He dicho.

«Tokio Blues» (Haruki Murakami)

harukimurakami_tokiobluesDenso. Raro. Complejo. Tierno. Intenso. Emocional. Triste. Gris.

De este clásico me atrajo el título y el subtítulo («Norwegian Wood», precioso clásico de The Beatles), que marca el punto de partida de la historia. Pero con todo y con eso, y página a página, mis ganas por continuar leyéndolo se fuero disipando. Me costó terminarlo, no por la calidad literaria ni por lo bien definidos que están los personajes, sino por la alta carga emocional que conlleva esta historia.

Hubo momentos en los que me apetecía ponerme a llorar, cortarme las venas en juliana y/o darle un abrazo apretao a algunos de los personajes e invitarl@s a una buena botella de vino de Rioja. Porque vaya tela, copón…

» – Tal vez mi corazón esté recubierto  por una coraza y sea imposible atravesarla-le dije-. Por eso no puedo querer a nadie.

– ¿No has estado nunca enamorado?

– No- le respondí.

No quiso saber nada más.»

Lo que yo te diga:

«Cuando uno está rodeado de tinieblas, la única alternativa es permanecer inmóvil hasta que sus ojos se acostumbren a la oscuridad.»

El protagonista, Toru Watanabe, después de aterrizar el avión en el que viaja a Alemania, escucha por los altavoces el clásico de The Beatles «Norwegian Wood» lo que le hace retrotraerse a sus años universitarios, cuando su mejor amigo Kizuki se suicida con 17 años. Sentimientos de tristeza, de pérdida y de pena lo invaden y hacen que se acuerde de Naoko, la novia de Kizuki, y con la que, al morir éste, comienza una relación sentimental. Naoko, sumida en una terrible depresión, marcada por la muerte de su hermano con 17 años y el posterior suicidio de Kizuki, decide internarse en un sanatorio desde donde mantiene el contacto con Watanabe vía carta, y a donde éste acude a visitarla esporádicamente. Mientras Naoko está internada en el sanatorio, Watanabe sigue con su vida universitaria y, aunque muy enamorado de ella (muy a su manera), conoce a Midori, de la que acaba sintiendo algo más que amistad. Midori tiene lo que a Naoko le falta y que le atrae lo suficiente como para enamorarse de ella.

Algo ocurre con Naoko, determinante para Watanabe y para la continuidad y el fin de la historia. Decir que con el final, me quedé fría como el Polo Norte.

«Norwegian Wood» (The Beatles)

«Diez negritos» (Agatha Christie)

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Muy ella. Muy Agatha Christie. No se le puede poner un «pero». Ya se sabe que con la Christie, lo vas a pasar bien leyendo y te va a gustar lo que leas. Sus novelas no por no ser «excesivamente largas» y ser fáciles de leer y de comprender, dejan de ser interesantes e insospechadas. En absoluto. Sus novelas gustan, y mucho. Por algo será…

Esta novela no es menos: diez personas reciben una invitación para pasar unos días en la isla del Negro, en la única mansión que existe en la isla y cuya propiedad, a día de hoy, se desconoce. Esta invitación está personalizada para cada invitado y escrita por alguien que dice conocerlos personalmente por un hecho que les es familiar a todos ellos, aunque a esta persona no terminan de recordarla con claridad.

Los invitados llegan el mismo día y los reciben los dos sirvientes de los anfitriones que, por otra parte, no están ni se les ve el pelo. Los invitados reciben una copia de la canción infantil «Diez negritos» y que, tras el primer asesinato, sus estrofas comienzan a tener sentido. Los asesinatos, el hecho de que están solos en medio de una isla desierta, la ausencia de los dueños de la casa, junto con haber sido citados con similares pretextos, hacen que se den cuenta de que algo no va bien en la isla. Y así es.

¿Cómo es el desenlace de la historia si, según la canción, todos mueren? Ah…

«Memoria de mis putas tristes» (Gabriel García-Márquez)

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Y aquí va otro clásico de García Márquez. La última que se publicó de este escritor.

Texto breve (algo más de 70 páginas) que cuenta la historia de amor de un nonagenario y una adolescente que vende su virginidad para poder salir de la pobreza. El anciano, al cumplir 90 años, solicita a Rosa Cabarcas, antigua prostituta amiga suya, los servicios de una joven virgen para saciar sus necesidades.

Para el viejo, lejos de ser un mero encuentro sexual, empieza a ser algo más y a sentir más allá de la atracción propiamente física. Continúa quedando con ella y, como cabe esperar en una persona de 90 años, las relaciones sexuales no lo son y pasan a un segundo plano. La mira mientras duerme, le da conversación, la mima, la acaricia, la agasaja con regalos.

«Aquella noche, descubrí el placer inverosímil de contemplar el cuerpo de una mujer dormida sin los apremios del deseo o los estorbos del pudor»

El viejo ve en ella el último resquicio que le queda en los días finales de su vida: le alegra los días, le devuelve la ilusión y le hace olvidar y ocultar el miedo a lo inevitable: la muerte.

«Siempre había entendido que morirse de amor no era más que una licencia poética. aquella tarde, de regreso a casa otra vez sin el gato y sin ella, comprobé que no solo era posible morirse, sino que yo mismo, viejo y sin nadie, estaba muriéndome de amor.»

Bonito, ¿eh?

Relato muy personal, intimo y triste.

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«Emborráchate de literatura, porque tu resaca será la cultura»

Leo, leo… ¿qué lees? (IX)

«Y es que un libro no es sólo un libro. Es también, entre otras cosas, los lugares donde lo leíste, el consuelo que te dio en cada momento, la diversión, la compañía.»

(Arturo Pérez-Reverte)

Ya estoy aquí, one more time. Y aprovecho este momento, ahora que mis obligaciones me han dado una tregua no por mucho tiempo. Pero no me quejo de no tener tiempo: sarna con gustico no pica.

Hoy hablo de:

“Una Tienda en París” (Maxim Huerta)

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París. Años 20. Maxim Huerta. La delicadeza y la emoción de Maxim Huerta. Resultado: Una Tienda en París.

Aún siendo “La Noche Soñada” lo mejor que he leído de Maxim, “Una Tienda en París” no se queda corta y me parece un libro magnífico.

Maxim nos presenta a dos mujeres, Teresa y Alice. La primera es una mujer huérfana que se cría con una tía suya, arisca, soberbia y con una falta de amor terrible, con la que nunca congenió y que la tuvo sometida a sus estrictos y férreos principios. Cuando un día Teresa, mientras pasea por Madrid, encuentra un cuadro de una antigua tienda de telas parisina del que queda prendada y que adquiere para decorar su casa, todo cambia: decide viajar a París e indagar en el origen de ese cuadro.

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Cartel que adquiere Teresa en Madrid y que la lleva a Paris y a Alice y su preciosa historia

 

Se instala allí, adquiere un pequeño y cuco local donde inicia su actividad empresarial, al mismo tiempo que descubre que Alice Humbert, la otra fémina protagonista de esta historia, fue la dueña de la tienda que ahora ella posee y que, sin saberlo, tuvo una vida no tan distinta a la suya. Gracias a una serie de fotos que halla en un lugar de su pequeña tienda, Teresa descubre a una Alice que paso del infierno al cielo más absoluto, pagando un precio muy alto en ese París de los años 20 de puteríos, drogas, alcohol, desenfreno y frenesí. De ser poco menos que una arrastrada en la vida a codearse con la mismísima Coco Chanel. El día y la noche, vamos. No hay que perder de vista a unos personajes secundarios nada desdeñables y a los que hay que prestarles mucha atención para entender el desenlace de esta historia.

En ambas féminas se hace palpable la soledad y la falta de amor en sus vidas. Y, aunque se nota que son dos mujeres fuertes y temperamentales, algo no les va bien. Deberán adaptarse de la mejor manera al giro que dan sus vidas. El destino, ¡qué caprichoso es cuando quiere!

“Espere. Debe aprender a esperar. Ahora aprenda a ver la luz en la mancha de esas negruras que pintamos aquí con carboncillo. El color llegará. No tenga prisa. <<El color llegará…>>”

Magnífico escenario (Paris, años 20… ¡bravo!) y perfecta trama. Gracias por esta novela, Maxim. ¿Para cuándo la próxima?

“Los renglones torcidos de Dios” (Torcuato Luca de Tena)

Los renglones torcidos de Dios portada

O “La caligrafía perfecta de Satán”, como leí no recuerdo a quien, ni donde, ni cuando. Que me perdone su autor si me lee.

¿Qué decir de este libro que no se haya dicho o escrito ya? Pues que llego casi 40 años tarde. Sé de su existencia y de sus buenas críticas desde siempre, pero es ahora cuando me he puesto y lo he leído, ¿qué le vamos a hacer? Nunca es tarde si la dicha es buena, que diría aquél.

“La minúscula línea entre el delirio y la cordura humanos”

Muy buena novela, muy intensa pero con ligeros toques de humor que intentan solapar y relativizar el trasfondo de cada personaje y su drama humano. Recalcar algo que me sorprendía bastante: el continuo uso de palabras en el castellano de la época, como “sentíase”, “sentáronse”, “metióse”, “preguntóle”, “sonrióle”, “incorporóse”. No la tiene, pero me hacía gracia cada vez que leía una palabra escrita de esta forma. Soy así de simplecica…

A propósito de esta novela:

– No empieces a leerla con expectativas de ningún tipo, nada es lo que te parece.

– “Shutter Island”, de Martin Scorsese. Ahí lo dejo. Pero repito: nada es lo que parece. Mi consejo: léete el libro antes.

El final de la obra de Torcuato Luca de Tena me dejó, dentro de lo que cabe, con un ligero buen sabor de boca.

¡Ah! El título del libro me parece una brillante metáfora como pocas. Genial.

“La verdadera locura quizá no sea otra cosa que la sabiduría misma que, cansada de descubrir las vergüenzas del mundo, ha tomado la inteligente resolución de volverse loca.” (Heinrich Heine)

“Perdida” (Gillian Flynn)

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Brillante thriller psicológico y negro, mi género literario favoritísmo por excelencia, del que se ha hecho una película y que nada tiene que envidiarle al libro. Hay diferencias, obvio, pero bastante sutiles, a mi parecer. Por primera vez en mi vida y sin que sirva de precedente, ambos me han parecido igual de grandiosos. Me han servido para entender partes del otro que, por el motivo que fuera, no había logrado captar en su momento. Recuerdo que les recomendé vehementemente a unos amigos esta película y no les defraudó. Y, como ya he dicho, a mí tampoco, pese a verla en 2ª fila medio desnucada y la sala del cine a reventar. Si llega a ser Transformers III salgo del cine con esguince cervical, como poco.

David Fincher y Gillian Flynn, joder, sois the lemony pear. Hacéis una pareja ‘cinéfilo-literaria’ o ‘literato-cinematográfica’ cojonuda. Estad seguros de ello, que nadie os diga lo contrario.

Volviendo al libro…confesaré que, en un primer momento, tuve que dejar de leerlo y pasar a otra cosa (mariposa) porque me resultó anodino y lento a la par que pesado. Pero oí que una adaptación al cine de esta novela estaba en camino e inmediatamente retomé su lectura. Y ¡bendita la hora en la que volví a ella! Mi interés por esta novela fue a más hasta que conseguí terminar de leerla del tirón. En este caso, y menos mal, segundas partes sí fueron buenas.

Como bien dice su autora en una entrevista, “la idea era la de escribir sobre el matrimonio, el extraño toma y daca que es la vida matrimonial y lo peligroso que es porque estás unida a alguien que sabe a la perfección cómo presionar cada uno de tus botones y para qué sirve y qué activa cada uno de ellos y que, por eso, de proponérselo, puede llegar a hacerte mucho daño”  [sic.]

Qué tía más enrevesada, ¿verdad? Pero es que tiene razón, llevándolo al extremo, pero muy cierto.

Y de eso trata la novela, de mostrarnos que nadie es como suponemos, ni nada lo que parece. El amor es algo que no todo el mundo sabe utilizar, es un arma de doble filo y un boomerang; tú recibes lo que das.

El final me pareció sublime.

Por lo que sé, otra novela de esta misma autora (“La llamada del Kill Club”) está siendo adaptada al cine. Habrá que leerla y verla, pues.

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«Lo único que lamento es que nunca tendré tiempo para leer todos los libros que quiero leer» (Françoise Sagan)

A mis veinte y diez…

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Y, parafraseando a Joaquín Sabina (una de sus canciones se titula «A mis cuarenta y diez», para quien no lo sepa y quiera acostarse hoy sabiendo una cosa más), es como titulo esta nueva entrada que no es ni más ni menos mi recién estrenada edad/década/decena o llámalo como quieras. Treinta soles, treinta castañas, treinta palos, treinta inviernos, treinta añazos. ¡Guau!

Que para ti no son nada, pero es que tú ya los has cumplido hace un par de años, un lustro, una década o, incluso, dos décadas atrás, y ya sabes lo que es, lo que se siente, lo rápido que se pasa el tiempo a partir de los 30, que aún quedan mil cosas por hacer y vivir y que si la abuela fuma, pero es que YO NO; esta es mi primera vez, no había cumplido tal cantidad de años antes y, joder, cuanto menos impresiona. Déjame que me dé «respeto», que me pare un poco más de lo normal a pensar en ello, que me emocione positivamente si me apetece y por favor, y bajo ningún concepto, me vuelvas a preguntar «Qué, Laura, ¿tienes novio ya?» (¡¡si tú supierQUÉ SABRÁS TÚ!!) o la tan odiada: «Y tú, ¿para cuándo?». Yo para cuándo, ¿qué?… Madre mía, lo que yo te preguntaría a ti, si no fuera porque podría escocer en lo más profundo de tu ego y yo podría quedar como una auténtica cabrona con piernas (muy largas, por cierto) y parecer, como dicen en mi tierra, una «esaboría» (¡Viva Murcia!). Así que dejémoslo en tablas. ¿Hay trato?

La cosa es que yo pasaba por aquí porque me apetecía hacer como un pseudo propósito de década nueva y hacerlo para todos los públicos y de la mejor forma que sé: por escrito. No soy de hacer propósitos de año nuevo, porque me conozco y no cumpliría muchos de ellos. Además, ¿para qué?, si luego la puta de la vida ya se encarga ella solica de hacer con tus propósitos, expectativas, principios y demás planes lo que quiere. Así que, aquí estoy un año más…¡Sin propósitos y a lo loco! ¡Viva la fiesta! ¡Esto es Jauja! ¡Esto es el coño de la Bernarda! Don’t stop the rythm!

Pero en este caso,  sí voy a marcarme un propósito nada material pero sí emocional: Y es que, desde hace tiempo, me siento un poco Meryl Streep que, además de ser una actriz como la copa de un pino, dice cosas muy interesantes. Hace unos días, creo que incluso meses, concretamente el verano pasado, vi en internet y por casualidad, una foto de esta actriz a la que acompañaba un texto entrecomillado y rubricado por ella. Desconozco si es suyo, de su vecino o de un anónimo que se ha flipado un poco y ha dicho que es de esta mujer cuando no lo es. No lo sé. Lo que sí sé es que me gustó bastante y hoy lo hago mío y suscribo en su totalidad. No es un «aviso a navegantes», ni un «cuidadito conmigo» ni ninguna absurdez de ese tipo (las indirectas, las chorradas cansalmas y demás mugre, para la adolescencia efervescente llena de paja(s) y acné); yo ya estoy a otra cosa y es más una reflexión que yo tenía y tengo en la cabeza y que se verbaliza con estas palabras:

YA NO TENGO PACIENCIA (Meryl Streep)

«Ya no tengo paciencia para algunas cosas, no porque me haya vuelto arrogante, sino simplemente porque llegué a un punto de mi vida en que no me apetece perder más tiempo con aquello que me desagrada o hiere. No tengo paciencia para el cinismo, críticas en exceso y exigencias de cualquier naturaleza.

Perdí la voluntad de agradar a quien no agrado, de amar a quien no me ama y de sonreír para quien no quiere sonreírme.

Ya no dedico un minuto a quien miente o quiere manipular.  

Decidí no convivir más con la pretensión, hipocresía, deshonestidad y elogios baratos. No consigo tolerar la erudición selectiva y la altivez académica.

No me ajusto más con la barriada o el chusmerío.

No soporto conflictos y comparaciones. Creo en un mundo de opuestos y por eso evito personas de carácter rígido e inflexible.

En la amistad me desagrada la falta de lealtad y la traición.

No me llevo nada bien con quien no sabe elogiar o incentivar.

Las exageraciones me aburren.

Y encima de todo ya no tengo paciencia ninguna para quien no merece mi paciencia».

Y punto. Y…¡Feliz 2015!

Leo, leo… ¿qué lees? (VIII)

«Me gustaría saber», se dijo, «qué pasa realmente en un libro cuando está cerrado. Naturalmente, dentro hay sólo letras impre­sas sobre el papel, pero sin embargo… Algo debe de pasar, porque cuando lo abro apa­rece de pronto una historia entera. Dentro hay personas que no conozco todavía, y todas las aventuras, hazañas y peleas posi­bles… y a veces se producen tormentas en el mar o se llega a países o ciudades exóti­cos. Todo eso está en el libro de algún modo. Para vivirlo hay que leerlo, eso está claro. Pero está dentro ya antes. Me gustaría saber de qué modo».

Y de pronto sintió que el momento era casi solemne. Se sentó derecho, cogió el libro, lo abrió por la primera página y comen­zó a leer La Historia Interminable.

(Michael Ende, «La Historia Interminable»)

 

¡Ya he vuelto por estos cibernéticos lares!  Y he de decir dos cosas: qué jodido volver y con menuda mala rima empieza este “Leo, leo… ¿qué lees?”. Pero mala, muy mala… 😉

Retomando esto que es gerundio:

“La detective miope” (Rosa Ribas)

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No hay por donde cogerla. No le encuentro el fuste a esta novela. Novela muy breve que sirve de interludio entre una novela anterior y otra posterior más potentes, es algo así como un tentempié, un kitkat, un descansico durante el cual no pienses mucho, no razones ni te canses demasiado. No seré yo quien juzgue si esta novela es o no de género negro (para mí no lo es), pero si así se la considera, a mi juicio, flaco favor le hace al género.

La autora nos presenta  a una detective, Irene, con importantes problemas de visión (la miopía psicosomática que padece va en aumento a pasos agigantados) que tras salir del centro psiquiátrico en el que está internada, decide trabajar de nuevo en “Detectives Marín” y, basándose en la teoría de los seis grados de separación (“«¿Sabes que entre ti y cualquier persona en el mundo hay como mucho seis grados de separación?» ¡Era tan simple y a la vez tan complejo! Noté cómo la idea se abría paso en la masa cerebral traspasándola como una bala), dar con quien asesinó a su marido y a su hija un fatídico 2 de junio. Irene, en su andadura como detective, se encontrará con Una cantante calva, un director de banca que duda del color de su piel, un oculista sin cliente, la princesa de Hawaii y una ordeñadora de arañas, con los que deberá lidiar si quiere finalizar su búsqueda.

No sé, Rosa Ribas, me pareció flojito, flojito. Se conoce que me van los libros con más enjundia, con más chicha e intensidad. Éste en concreto me supo a poco.

 

“Un millón de gotas” (Víctor del Árbol)

Un millón de gotas - Víctor del Árbol

Como ya dije a propósito de otro de sus libros, “La tristeza del Samurái”, este escritor ha sido un gran descubrimiento. Y te doy las gracias, Víctor. Ole tú.

Con este libro me ha pasado como con el otro: me ha enganchado sin igual.

Vuelve a presentarnos un amplio abanico de personajes, cada uno con sus virtudes y defectos, sus miserias y glorias, perfectamente descritos y con un rol muy bien definido.

Muertos, sufrimiento, confabulaciones y luchas por el poder en varios escenarios históricos: desde la España de la posguerra hasta comienzos del siglo XXI pasando por la URSS de los gulags y la Europa del este y sus miserias más absolutas. Mezcla de novela bélica/histórica con alta carga emocional.

“La Matrioshka es un juego de apariencias donde sólo existe una verdad, y en contra de esa apariencia, la verdad y sus reflejos son idénticos, pero eso no significa quebsean la misma cosa. Los ojos creen lo que ven, la primera muñeca. Si se tiene paciencia se accede a la segunda, un poco más pequeña, pero idéntica, y así paulatinamente, tres, cuatro muñecas más van apareciendo. Cuanto más pequeñas, más ocultas y más ciertas. Hasta llegar a la última, apenas del tamaño del dedo índice. Esa miniatura, trabajosamente pintada hasta en el más mínimo detalle para asemejarse a la mayor, es el embrión, la razón única de ese juego de apariencias. Es en ese núcleo donde nace todo, donde el artesano pone todo su empeño y su intención. Y sólo cuando todas están abiertas, alineadas por tamaños, se descubre que lo idéntico es diferente, un mero camino para llegar a ese secreto último.”

Si de ponerle un “pero” se trata, podría apuntar que, de las seiscientas y pico páginas, le sobran unas pocas. En ocasiones encontré demasiadas descripciones de paisajes, situaciones y/o acontecimientos que me resultaron prescindibles, pero que al final entendí que eran necesarias para el global de la historia.

“El pueblo es un eufemismo, Gil, no existe tal cosa. Es pueblo cuando conviene a nuestros intereses, y deja de serlo cuando no lo hace. La demagogia, amigo mío, no es algo que deba despreciarse.”

“Nadie puede imaginar hasta qué punto llega a ser retorcido el ser humano cuando se le otorga el papel de verdugo, qué grado de sadismo y placer encuentra en el martirio de sus víctimas. Su orgullo de poder, su grito salvaje. Yo he descubierto cada partícula de esa enfermedad que convierte a los hombres en monstruos. Pero no me ahorcaron. Salí con vida, si la vida es respirar… Y tú me has encontrado para juzgarme y tratarme con la misericordia hipócrita del vencedor, ¿no es cierto?”

Mientras leía esta novela, una palabra me venía constantemente a la cabeza: INTENSIDAD. No encuentro un adjetivo más idóneo que ese para describir esta obra. Es tan intensa, te mete tantísimo en el argumento y empatizas tanto con los personajes que no te deja indiferente.

“Para el mundo seremos olvido. Una gota entre un millón de gotas, nos fundiremos en esa inmensidad llamada humanidad. Porque eso, ahora lo entiendo, es lo que siempre fuimos. No héroes, no villanos. Sólo hombres y mujeres. Y vivimos. Bien sabe Dios que vivimos donde muchos perecieron.”

Decir Víctor del Árbol es decir bien, es apostar a caballo ganador.

 

“La rubia de ojos negros” (Benjamin Black)

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John Banville o su alter ego, Benjamin Black, es el autor de esta obra y el próximo premio Príncipe de Asturias de las Letras 2014.

No había leído nada de este autor hasta ahora. Sí, efectivamente, hasta que no saltó la noticia de su premio Príncipe de Asturias no supe nada de él.

Y, bueno, no está mal. Muy buena calidad literaria. Breve y para pasar el rato, sin complicarte la vida mentalmente hablando, está más que aceptable.

El autor ambienta la novela en los años cincuenta, donde un detective, Philip Marlowe, en sus horas más bajas, recibe el encargo de Clare Cavendish, una afamada heredera de una importante empresa de perfumes, para que se encargue de buscar a su amante, Nico Peterson, al que se le da por muerto pero al que ella cree haber visto con vida. Philp acepta el caso y como consecuencia, se verá inmerso en líos de faldas, corrupción, tejemanejes familiares que no le harán más que darse cuenta lo lejos que el ser humano está dispuesto a llegar con tal de salvaguardar uno de los bienes más preciados: el dinero.

«Hay pocos autores capaces de escribir con elegancia sobre asesinatos; Benjamin Black es uno de ellos.» (Muriel Dobbin, The Washington Times)

«Un pulso narrativo sin igual en la literatura de detectives… Black ha vuelto a elevar a categoría de clásico una aventura detectivesca.» (Laura Fernández, El Mundo)

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Y, para acabar y si me permite mi público, quería agradecer a dos amigas mías, ¡qué digo amigas…hermanas!, mis hermanas que no son de sangre pero como si lo fueran, sus palabras de ánimo para que continúe con este hobby y las cosas tan positivas que me dicen al leer las cosillas que escribo por aquí. Y como sé que a veces usan mis reseñas para decidir qué libro leer en cada momento, deciros a las dos que espero os sirvan y no os defrauden. Como siempre digo, no me gustan los halagos gratuitos pero siempre agradezco la crítica inteligente y constructiva. Así pues, públicamente deciros: ¡Gracias!

Os como. A las dos.

Leo, leo… ¿qué lees? (VII)

“Con un libro entre manos, sabes que no estás solo” (Joaquín Sabina)

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Siete son las notas musicales, siete los días de la semana, siete bellas artes, siete los colores del arco iris, siete son los mares que nos rodean, siete los pecados capitales y siete vidas tiene un gato.

Y siete son también las reseñas literarias que llevo en mi Susmozadas de mis amores. Aquí va la última antes de mis vacaciones. En septiembre habrá más y, aunque no sé si mejores, por lo menos iguales a las siete primeras, fijo que sí.

 

La huella del pájaro (Max Bentow)

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Libro que bien podría pasar por película de Antena 3 en El Peliculón de los sábados por la noche. Resulta entretenido pero representa el típico y tópico esquema de la novela negra de toda la vida: asesino en serie, detective/fiscal/policía que se encarga de la investigación y cuya mediocre vida privada va paralela a la búsqueda del asesino y la mujer. Siempre hay una fémina en todo relato policíaco. En este caso, la psicóloga del comisario berlinés Nils Trojan, que también se verá inmiscuida de lleno en la resolución del caso.

El comisario Trojan, hombre atormentado por su pasado que no le deja avanzar en el presente y que a raíz de estar en terapia psicológica, su visión de la vida, sentimentalmente hablando, empieza a cambiar. Comienza a sentir un extraño cuelgue con su psicóloga.

Mientras esto sucede, Trojan deberá detener al asesino que tiene atormentadas a las mujeres que se corresponden con un patrón físico concreto. Las asesina, dejando un escenario dantesco a su alrededor: les vacía las cuencas de los ojos, les arranca el pelo, les deja cortes en todo el cuerpo y un pajarillo de plumaje negro y rojo estrujado a su lado.

“Su mano acarició el animalillo medio estrangulado que llevaba en el bolsillo, Cerró el puño. Se oyó un crujido sordo y la sangre, cálida, le bañó la piel. Entonces extendió la mano y le ofreció a la chica el pájaro aplastado […] La chica abrió mucho los ojos. Él acercó la mano a la cara de ella. Había plumas, estaban por todas partes; una incluso se había pegado a la mejilla de la chica. Él tan solo sonrió…”

Lo que más me ha gustado ha sido que, y aquí va un topicazo como un piano de grande, no sabes quién es el asesino y ni por asomo puedes pensar que es quien finalmente es. Sin embargo, aún hoy, no logro hilvanar ni entender qué tiene que ver el asesino en todo esto de la psicóloga, el comisario, etc. Me explico: sí tiene que ver con el resto de los personajes, pero la persona que al final se descubre como EL ASESINO DEL PÁJARO, para mí y si mal no recuerdo, está ahí en plan “pasaba por allí” y el comisario Trojan llega a él/ella a través de unas pistas un poco puestas ahí a la fuerza, poco razonadas; el autor no me razona cómo y por qué ha llegado a ellas. De repente me encuentro con que se descubre quien asesina a las mujeres sin enterarme de cómo se ha llegado a esa conclusión.

“En su buzón había un pájaro desplumado, destripado y cubierto de sangre. En el cuello, pegado con una chincheta, tenía un papel en el que, escrito con letras grandes, podía leerse: TÚ TAMBIÉN MORIRÁS, TROJAN.”

El final es muy ágil, muy rápido, muy “¡¡pim pam toma lacasitos!!…y hasta luego, Lucas!!”. Demasiado rápido, diría yo. Poca descripción del Berlín donde se desarrolla la historia, poco o nada sobre las perturbaciones e inquietudes de Nils Trojan, de sus problemas con su ex mujer y su hija adolescente, del asesino solo acabas sabiendo de su personalidad muy por encima (quizás por esto no logro entender por qué es él/ella y qué le lleva a hacer lo que hace), de la psicóloga tampoco es que nos dé detalles suficientes ni tampoco de la tensa tensión sexual no resuelta que la une a ella con su paciente, el comisario Trojan. En fin, una historia que va decrescendo, de más a menos, y que termina desinflada por completo.

Léela si te apetece y tienes tiempo, mal no te va a hacer…

 

La noche soñada (Maxim Huerta)

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Uf, Maxim, ¡cuánta sensibilidad y belleza en tus palabras! Creo que ya lo dije cuando hablé de “El Susurro de la Caracola”, pero lo vuelvo a repetir: qué textos tan cargados de sentimiento, cuánto feeling le pone este hombre a sus historias, las dota de una fuerza que te atrapa totalmente e incluso, y no me importa reconocerlo, te hacen llorar.

Justo Brightman, un niño que, deseoso de felicidad para sí mismo y los suyos, decide acabar con lo que les está impidiendo alcanzar la calma y la alegría en sus vidas: su padre. Quiere creer que eso de “muerto el perro, se acabó la rabia” en su familia va a ser posible, y se propone llegar hasta el final para conseguirlo.

La historia comienza en Calabella, cuando Justo es un niño de apenas 8 años, y finaliza 40 años después en Roma con Justo hecho todo un hombre, fotógrafo de profesión, que va a visitar a su madre enferma, para ponerle fin a algo que lo lleva traumatizando desde aquellos veranos en Calabella, algo que hizo y por lo que debe pedir perdón (o eso cree él).

Ya digo, es sobresaliente la prosa de Maxim Huerta y te llega a estremecer cómo te transmite tanto lo que escribe. Une esa prosa tan delicada y característica suya con una historia perfectamente argumentada, sin dejar ni un cabo suelto.

Y tan estremecedor y profundo es lo que escribe, que terminas de leer con tristeza, más que porque has terminado el libro, es porque te quedas hecha una breva. Te toca el corazón sobremanera.

Mi briconsejo de hoy para que la pena te invada lo estrictamente necesario, una vez terminado este libro, es que, a continuación, cojas otro libro pero esta vez mucho más light, tipo «Fabiografía», la vida y milagros de Fabio Mcnamara escrita por Mario Vaquerizo, y/o la biografía de este último, «Haciendo Majaradas», y desconectes total y absolutamente. Algo inocuo, indoloro, incoloro e insulso para el alma. Algo que no tenga valor literario alguno y solo valga para estar en modo “ameba”.

Aprovecho para ‘confesar’ que estos dos libros de los que hablo, no son una recomendación hecha al azar, al tun-tún y porque sí. O sea, porque sí, sí, pero porque me los he leído, los dos, en el mismo día, uno detrás del otro. Y sigo viva, fíjate tú.

Que no todo van a ser novelas negras, históricas, policíacas, narrativa… De vez en cuando hay que dejar el cerebro en modo “Y estamos tan agustiiitoooooo…”.

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Y, oye, para no valer ni treinta céntimos de euro ninguno de los dos libros, por no decir que no valen un pimiento pocho, al menos el de Fabio Mcnamara me ha resultado interesante para saber de primera mano la trastienda, la mayoría de las veces tan regulera, de La Movida Madrileña. Nada que no conociéramos ya, pero bueno, para alguien tan a favor de El Chochonismo Ilustrado como lo soy yo, no ha estado mal del todo. Cuando más sé de la era Costus, Fabio Mcnamara, Tino Casal, Capi, Alaska y cía, Almodóvar, etc, más me gusta. Sí, soy muy chochoni y muy mariliendre, pero es que ‘dihhhhfruto’ tanto que no puedo evitarlo (ni quiero tampoco). Todo el mundo sabe, y si no todo el mundo, parte de él, que Alaska es mi musa, es la más grande. ¡Ámola locamente!

Y después de este Bricomanía literario que me acabo de marcar, vuelvo a La Noche Soñada, para recomendarlo. Muy potente emocionalmente hablando, sí, pero es que es una historia muy bonica, joder. ¡Oohhhhh!

Enhorabuena por tu trabajo, Maxim Huerta.

 

Persiguiendo y Encontrando a Silvia (Elisabet Benavent)

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Bilogía que, mal acostumbrada por la Saga Valeria que tanto me gustó, no me ha llegado tanto. Este libro dividido en dos partes no es ni se le parece en nada a los libros de Valeria.

El patrón y el perfil de la protagonista es el mismo pero no me llegó tanto, quizás porque me esperaba lo mismo o más que con Valeria y ahí mi error. Cuidado, que no quiero decir con esto que hayan sido un bodrio de colores, ¡para nada!, pero del mismo modo que en los cuatro libros anteriores, me podía ver y/o me vi reflejada en muchas situaciones que tan bien y con tanto humor se contaban, en este lo vi todo demasiado irreal. Me costaba imaginarme lo que estaba leyendo.

Los protagonistas principales, Silvia, Álvaro y Gabriel, se ven envueltos en un trío sentimental, cuya protagonista es Silvia, que se debate entre lo que Álvaro le da (estabilidad laboral y sentimental, estatus social, dinero, etc) y Gabriel, antiguo integrante de un grupo de rock que actualmente canta como solista, y que le pone el mundo y lo que necesite a sus pies al igual que la parte menos bonita del mundo de la fama, y que Silvia vivirá en primera persona.

Silvia se decide finalmente por uno de los dos, no sin antes pasarlas putísimas hasta que la vida le pone delante lo mejor para ella.

El final es bonito, al igual que pasó con Valeria, pero la impresión que me da es que no lo he saboreado, ni me he reído, ni emocionado, ni identificado tanto como con los libros de Valeria.

Es lo que tienen los fallos de expectativas, que esperas siempre más y luego… ¡zas!

Por cierto, ¿¡Gabriel!?… ¿”Gabriel” como nombre de pila para un artista de música rock? No lo vi en cuanto lo leí y sigo sin verlo. Es como si el tonto a las tres de Justin Bieber, que no sé ni lo que canta, ni qué hace con su vida, ni por qué se hace llamar ‘cantante’, ni por qué tiene tanto éxitos el meapilas éste ni ná de ná, se hiciera llamar Justino. Coñe, pues no, no tiene miga. Lo siento.

Un saludo a todos los Gabrieles de España y allende los mares, que lo digo sin ofender…

Una última cosa, pese a que no me llamó tanto la bilogía de Silvia como la saga Valeria, no dudaré en leerme cualquier libro que vuelva a publicar la autora, porque me chifla su sentido del humor y la forma tan real y natural de decir las cosas. ¡Viva ella!

 

Y por la parte que me toca…¡Feliz verano y felices vacaciones! Dejo esto en standby y en septiembre ¡más y mejor!

Y que no se os olvide: ¡Leed, insensatos!

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“Escoger cinco libros favoritos es como escoger cinco partes de tu cuerpo que preferirías no perder” (Neil Gaiman)