“Con un libro entre manos, sabes que no estás solo” (Joaquín Sabina)
Siete son las notas musicales, siete los días de la semana, siete bellas artes, siete los colores del arco iris, siete son los mares que nos rodean, siete los pecados capitales y siete vidas tiene un gato.
Y siete son también las reseñas literarias que llevo en mi Susmozadas de mis amores. Aquí va la última antes de mis vacaciones. En septiembre habrá más y, aunque no sé si mejores, por lo menos iguales a las siete primeras, fijo que sí.
La huella del pájaro (Max Bentow)
Libro que bien podría pasar por película de Antena 3 en El Peliculón de los sábados por la noche. Resulta entretenido pero representa el típico y tópico esquema de la novela negra de toda la vida: asesino en serie, detective/fiscal/policía que se encarga de la investigación y cuya mediocre vida privada va paralela a la búsqueda del asesino y la mujer. Siempre hay una fémina en todo relato policíaco. En este caso, la psicóloga del comisario berlinés Nils Trojan, que también se verá inmiscuida de lleno en la resolución del caso.
El comisario Trojan, hombre atormentado por su pasado que no le deja avanzar en el presente y que a raíz de estar en terapia psicológica, su visión de la vida, sentimentalmente hablando, empieza a cambiar. Comienza a sentir un extraño cuelgue con su psicóloga.
Mientras esto sucede, Trojan deberá detener al asesino que tiene atormentadas a las mujeres que se corresponden con un patrón físico concreto. Las asesina, dejando un escenario dantesco a su alrededor: les vacía las cuencas de los ojos, les arranca el pelo, les deja cortes en todo el cuerpo y un pajarillo de plumaje negro y rojo estrujado a su lado.
“Su mano acarició el animalillo medio estrangulado que llevaba en el bolsillo, Cerró el puño. Se oyó un crujido sordo y la sangre, cálida, le bañó la piel. Entonces extendió la mano y le ofreció a la chica el pájaro aplastado […] La chica abrió mucho los ojos. Él acercó la mano a la cara de ella. Había plumas, estaban por todas partes; una incluso se había pegado a la mejilla de la chica. Él tan solo sonrió…”
Lo que más me ha gustado ha sido que, y aquí va un topicazo como un piano de grande, no sabes quién es el asesino y ni por asomo puedes pensar que es quien finalmente es. Sin embargo, aún hoy, no logro hilvanar ni entender qué tiene que ver el asesino en todo esto de la psicóloga, el comisario, etc. Me explico: sí tiene que ver con el resto de los personajes, pero la persona que al final se descubre como EL ASESINO DEL PÁJARO, para mí y si mal no recuerdo, está ahí en plan “pasaba por allí” y el comisario Trojan llega a él/ella a través de unas pistas un poco puestas ahí a la fuerza, poco razonadas; el autor no me razona cómo y por qué ha llegado a ellas. De repente me encuentro con que se descubre quien asesina a las mujeres sin enterarme de cómo se ha llegado a esa conclusión.
“En su buzón había un pájaro desplumado, destripado y cubierto de sangre. En el cuello, pegado con una chincheta, tenía un papel en el que, escrito con letras grandes, podía leerse: TÚ TAMBIÉN MORIRÁS, TROJAN.”
El final es muy ágil, muy rápido, muy “¡¡pim pam toma lacasitos!!…y hasta luego, Lucas!!”. Demasiado rápido, diría yo. Poca descripción del Berlín donde se desarrolla la historia, poco o nada sobre las perturbaciones e inquietudes de Nils Trojan, de sus problemas con su ex mujer y su hija adolescente, del asesino solo acabas sabiendo de su personalidad muy por encima (quizás por esto no logro entender por qué es él/ella y qué le lleva a hacer lo que hace), de la psicóloga tampoco es que nos dé detalles suficientes ni tampoco de la tensa tensión sexual no resuelta que la une a ella con su paciente, el comisario Trojan. En fin, una historia que va decrescendo, de más a menos, y que termina desinflada por completo.
Léela si te apetece y tienes tiempo, mal no te va a hacer…
La noche soñada (Maxim Huerta)
Uf, Maxim, ¡cuánta sensibilidad y belleza en tus palabras! Creo que ya lo dije cuando hablé de “El Susurro de la Caracola”, pero lo vuelvo a repetir: qué textos tan cargados de sentimiento, cuánto feeling le pone este hombre a sus historias, las dota de una fuerza que te atrapa totalmente e incluso, y no me importa reconocerlo, te hacen llorar.
Justo Brightman, un niño que, deseoso de felicidad para sí mismo y los suyos, decide acabar con lo que les está impidiendo alcanzar la calma y la alegría en sus vidas: su padre. Quiere creer que eso de “muerto el perro, se acabó la rabia” en su familia va a ser posible, y se propone llegar hasta el final para conseguirlo.
La historia comienza en Calabella, cuando Justo es un niño de apenas 8 años, y finaliza 40 años después en Roma con Justo hecho todo un hombre, fotógrafo de profesión, que va a visitar a su madre enferma, para ponerle fin a algo que lo lleva traumatizando desde aquellos veranos en Calabella, algo que hizo y por lo que debe pedir perdón (o eso cree él).
Ya digo, es sobresaliente la prosa de Maxim Huerta y te llega a estremecer cómo te transmite tanto lo que escribe. Une esa prosa tan delicada y característica suya con una historia perfectamente argumentada, sin dejar ni un cabo suelto.
Y tan estremecedor y profundo es lo que escribe, que terminas de leer con tristeza, más que porque has terminado el libro, es porque te quedas hecha una breva. Te toca el corazón sobremanera.
Mi briconsejo de hoy para que la pena te invada lo estrictamente necesario, una vez terminado este libro, es que, a continuación, cojas otro libro pero esta vez mucho más light, tipo «Fabiografía», la vida y milagros de Fabio Mcnamara escrita por Mario Vaquerizo, y/o la biografía de este último, «Haciendo Majaradas», y desconectes total y absolutamente. Algo inocuo, indoloro, incoloro e insulso para el alma. Algo que no tenga valor literario alguno y solo valga para estar en modo “ameba”.
Aprovecho para ‘confesar’ que estos dos libros de los que hablo, no son una recomendación hecha al azar, al tun-tún y porque sí. O sea, porque sí, sí, pero porque me los he leído, los dos, en el mismo día, uno detrás del otro. Y sigo viva, fíjate tú.
Que no todo van a ser novelas negras, históricas, policíacas, narrativa… De vez en cuando hay que dejar el cerebro en modo “Y estamos tan agustiiitoooooo…”.
Y, oye, para no valer ni treinta céntimos de euro ninguno de los dos libros, por no decir que no valen un pimiento pocho, al menos el de Fabio Mcnamara me ha resultado interesante para saber de primera mano la trastienda, la mayoría de las veces tan regulera, de La Movida Madrileña. Nada que no conociéramos ya, pero bueno, para alguien tan a favor de El Chochonismo Ilustrado como lo soy yo, no ha estado mal del todo. Cuando más sé de la era Costus, Fabio Mcnamara, Tino Casal, Capi, Alaska y cía, Almodóvar, etc, más me gusta. Sí, soy muy chochoni y muy mariliendre, pero es que ‘dihhhhfruto’ tanto que no puedo evitarlo (ni quiero tampoco). Todo el mundo sabe, y si no todo el mundo, parte de él, que Alaska es mi musa, es la más grande. ¡Ámola locamente!
Y después de este Bricomanía literario que me acabo de marcar, vuelvo a La Noche Soñada, para recomendarlo. Muy potente emocionalmente hablando, sí, pero es que es una historia muy bonica, joder. ¡Oohhhhh!
Enhorabuena por tu trabajo, Maxim Huerta.
Persiguiendo y Encontrando a Silvia (Elisabet Benavent)
Bilogía que, mal acostumbrada por la Saga Valeria que tanto me gustó, no me ha llegado tanto. Este libro dividido en dos partes no es ni se le parece en nada a los libros de Valeria.
El patrón y el perfil de la protagonista es el mismo pero no me llegó tanto, quizás porque me esperaba lo mismo o más que con Valeria y ahí mi error. Cuidado, que no quiero decir con esto que hayan sido un bodrio de colores, ¡para nada!, pero del mismo modo que en los cuatro libros anteriores, me podía ver y/o me vi reflejada en muchas situaciones que tan bien y con tanto humor se contaban, en este lo vi todo demasiado irreal. Me costaba imaginarme lo que estaba leyendo.
Los protagonistas principales, Silvia, Álvaro y Gabriel, se ven envueltos en un trío sentimental, cuya protagonista es Silvia, que se debate entre lo que Álvaro le da (estabilidad laboral y sentimental, estatus social, dinero, etc) y Gabriel, antiguo integrante de un grupo de rock que actualmente canta como solista, y que le pone el mundo y lo que necesite a sus pies al igual que la parte menos bonita del mundo de la fama, y que Silvia vivirá en primera persona.
Silvia se decide finalmente por uno de los dos, no sin antes pasarlas putísimas hasta que la vida le pone delante lo mejor para ella.
El final es bonito, al igual que pasó con Valeria, pero la impresión que me da es que no lo he saboreado, ni me he reído, ni emocionado, ni identificado tanto como con los libros de Valeria.
Es lo que tienen los fallos de expectativas, que esperas siempre más y luego… ¡zas!
Por cierto, ¿¡Gabriel!?… ¿”Gabriel” como nombre de pila para un artista de música rock? No lo vi en cuanto lo leí y sigo sin verlo. Es como si el tonto a las tres de Justin Bieber, que no sé ni lo que canta, ni qué hace con su vida, ni por qué se hace llamar ‘cantante’, ni por qué tiene tanto éxitos el meapilas éste ni ná de ná, se hiciera llamar Justino. Coñe, pues no, no tiene miga. Lo siento.
Un saludo a todos los Gabrieles de España y allende los mares, que lo digo sin ofender…
Una última cosa, pese a que no me llamó tanto la bilogía de Silvia como la saga Valeria, no dudaré en leerme cualquier libro que vuelva a publicar la autora, porque me chifla su sentido del humor y la forma tan real y natural de decir las cosas. ¡Viva ella!
Y por la parte que me toca…¡Feliz verano y felices vacaciones! Dejo esto en standby y en septiembre ¡más y mejor!
Y que no se os olvide: ¡Leed, insensatos!
“Escoger cinco libros favoritos es como escoger cinco partes de tu cuerpo que preferirías no perder” (Neil Gaiman)